Ya la noche, larga y quejumbrosa,
se anunciaba.
Así lo indicaban los graves ceferinos,
cuando, ¡oh, afortunado!,
bajo del negro cielo el más querido:
San Tetaspito.
Héroe de los pueblos,
maestro de los divinos,
fustigador de villanos
y admiración de los vecinos.
Antes de todas las glorias,
fue su vida una gran penosidad
pues nadie podia entender
que no tuviera mamá,
ni papá.
¡Víctima del cruel Destino! ¡Oh, alma de inocente alpino!
Nació de una idea truncada
y fue a parar a la casa
de José Manuel Parada.
Más no fue esa su mayor desgracia
(que ya es mucha...).
El tierno San Tetaspito,
de inimaginables gracias
fue dotado
¡y sin lumbalgias!
Poderosos atributos
tenía el tal muchachito.
Y no solo masculinos,
¡sino tambien femeninos!
Todo el mundo lo vio claro,
"¡Te llamarás Tetaspito!".
Parada y Pablo Sebastian
le tocaban cancioncillas,
y no las de Joselito...
sino las del pajarito.
Tetaspito una mañana
abandonó aquel hogar,
pues no podía aguantar
su insoportable cantar:
"Pajaritos por aquí,
pezoncitos por allá,
te la meto aquí,
te la meto acá"
¡Oh, gloriosa verdad!
¡El joven Tetaspito era libre!
Sin embargo,
Destino,
no quiso dejarle en paz.
Larguísimos años luchó,
contra mirones, leones,
mil curiosos y condones.
Contra marranos, manzanas,
peras y Dolce&Gabanna.
Hasta que un día,
al alba,
estando Dios*
abrillantándose la calva
se apiadó del "chico-chica",
dígase hermafrodita,
y así le habló desde el cielo:
"¡Tú, Tetaspito!
¿acaso no estás ya cansado
de que todos te vayan
sobando el culito?"
"El culito y otras cosas"
le contestó el muchachito.
"Pues a partir de hoy
te proclamaré santo.
Santo y patrón
del pecado"
"¿Y tendré mi propia ermita?"
"Por supuesto, por supuesto"
"Pero, ¿donde?" - preguntó con voz de pito.
"En Las Vegas te la he puesto"
Contento quedó Tetaspito
y una última pregunta
le formuló a Dios bendito:
"Ay Señor,
ay señorito.
Siempre he tenido la duda
de si es normal que se toquen
las tetas y este mi pito."
Y a ello Dios contestó:
"En ti, por supuesto, hijito"
Y tan contento se puso
nuestro querido amiguito
que del salto que pegó
fue
y se tragó el pito.
Y así es como terminamos
la historia del monstruito
que por sus atributos
se convirtió en Tetaspito.
Homera, la de la Ojera.
*Nota: Dios, por supuesto, es Marcelino.